de fuertes tablones blancos
que bordeaban los dos flancos
de una solitaria alberca.
Una mulita muy terca
se apostaba en las mañanas
a saborear las manzanas
que caían de su lado
mientras del otro, amarrado,
un chivito daba coces
y a veces causaba roces
con un caballo barbado.
Un día vió el calendario
el amo de aquella tierra
y se fue junto a su perra
a hablar con el prestatario.
El peón, cuyo salario
estaba comprometido
porque el jefe del partido
le pedía aportaciones,
no le pudo dar razones
y fue al punto despedido.
Así, sin voz ni opiniones
se apoltronó en su hamaquita
viendo crecer la yerbita
y aprendiéndose canciones.
A veces, sus emociones
lo apretaban como tuerca
y se iba hasta la alberca
para observar los manzanos
a ver si un día sus manos
podían abrir la cerca.
Mientras, de uno y otro lado
de la cerca de tablones
se estudian las condiciones
para abrir nuevo mercado.
El prestatario, ignorado
e ignorante de si mismo,
repite su catecismo
de consignas esteparias
y más cercas solitarias
van rodeando su mutismo.
Así transcurrie la historia
de un oscuro prestatario
que entregó su escapulario
p'a que de otro fuera gloria.
Perdió deseo y memoria
porque no quiso luchar
prefiriendo vegetar
antes de hacer ejercicio
y se enfila al precipicio
calladito, sin chistar.
Escrito hace varios años, todavía tiene vigencia.