sábado, 25 de abril de 2009

La Casa de la Décima



Esta Casa he levantado
con muchos versos de otros
que en sus magníficos potros
a su portal han llegado.
Aquí, quien llega cansado,
sale risueño y ligero
sin querer ser "el primero"
pero "sabiendo llegar"
para en versos cocinar
un sancocho caminero.

5 comentarios:

Alfredo J Ramos dijo...

Un sancocho caminero
puede ser también canario
y no será estrafalario
si lo cocina un romero.
Habrá que ponerle esmero
y largueza en la ración,
salar con tino y unción
de aceite que suavice
la piel de lo que se dice
con énfasis verdadero.

Lily dijo...

Sea con gracias que lo recibo en este blogcito mío...con pase directo de bienvenida a La Casa de la Décima.

Un abrazo,
Lily

http://decimas.forumotion.com/espinelas-f1/desde-el-blog-los-versos-de-lily-hablan-viejos-amigos-t53.htm

Darabuc dijo...

Hola, Lily:

Tengo ya dos correos tuyos por responder, pero es descortesía involuntaria: me pasa lo de que por darle tiempo a lo que lo merece, se queda en realidad sin nada, arrastrado por los fuegos del día a día.

Te mando un abrazo y espero pasar con más frecuencia. Aunque lo de hacer una décima, eso ya... ¡uf! Diez serán los años que no decimo. Aunque al recibir uno de tus correos me animé a terminar un falsoneto pendiente, como solíamos, que sin embargo hoy me pareció ilegible. Es probable que el escribir para niños haya cambiado mi estilo sin vuelta atrás.

Un abrazo y un café con miel

Lily dijo...

Pues al menos puedo confirmar lo que suponía, que tu hija ha cambiado tu rumbo literario totalmente. Good for you!!!

Esa era tu misión en esta vida, seguramente.

Como siempre, un abrazote!!!

Lily

Darabuc dijo...

Sí, probablemente ha sido así. Más que mi hija (que en esto pesa menos porque su experiencia literaria es aún muy corta, apenas empieza a responder y es muy difícil, por ejemplo, que sepa elegir entre tres cuentos contados un día tras otro; los tres buenos, porque se los has contado tú, que en esta fase eres algo parecido a Dios en la tierra), el trato con los chavales de las escuelas. Te miran, te escuchan (con un grado de paciencia que hay que trabajar, pero que incluso en el mejor de los casos no permite desvaríos) y te comunican su aburrimiento (si se da) con la misma intensidad con la que se ríen, se divierten y te prometen amistad de por vida. Eso hace necesaria más inmediatez, lo que no excluye el juego, pero complica mucho que el placer retórico sea compartido.

Un abrazo