sábado, 11 de octubre de 2008

El vagabundo


Todos, de alguna manera,
queremos ser vagabundos
perambulando los mundos,
con el alma a la torera.
Pasamos la vida entera
entre las obligaciones
que nos dictan las acciones
a tomar día por día,
y otras en la porfía
de esquivar sus aguijones.




Así, con las emociones
guardadas dentro de un puño,
añoramos el terruño
viviendo en otras naciones.
Curamos los corazones
que nos parten la andadura
mientras por la empuñadura
de una espada de batalla
pasa rauda la metralla
que nos hiere la cordura.

Se afinca así la estructura
del hombre en su raciocinio
que vive en un condominio
de deberes en moldura.
Mientras, la triste figura
del vestido de estameña
se licúa y se despeña
por la barrera infranqueable
de un tiempo que sólo es dable
al vagabundo que sueña.




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