
Mirando siempre al frente, hacia adelante
mantengo la cabeza bien erguida
y alejo de mi mente la partida
que un día trajo angustia galopante.
Avisto allá a lo lejos meteoritos
que enfilan sus destellos a los mares
abriéndose en espasmos singulares
cual vientre convulsivo en viejos ritos.
Se va mi noche calma, sin premura
en pos de nuevas luces matutinas
y flores de azafrán sueltan su aroma
sacándome del sueño, sin hartura
abierto el corazón y las retinas
heridas por un sol que al tiempo doma.